martes, 22 de abril de 2014

Mister (universo) cupkeriano

Me llamo Asia Martínez, soy abogada especialista en recursos humanos y nunca he llevado una bandeja. 
Mi vida era sencilla.
Tranquila.
Fácil,
...pero no era feliz.
Así que lo dejé todo: novio de toda la vida, casa de toda la vida (con el novio de toda la vida) y trabajo de toda la vida (con un jefe "padre del novio de toda la vida").



Martes, 10 de la mañana.
El camarero más guapo del universo (sí, ya no del mundo no, u-ni-ver-so) me esperaba para pasar mi prueba como camarera en una tienda de hermosos cupcakes. ¡Que divertido! (ironía). Mientras andaba hacía mi nuevo trabajo, por mi cabeza pasaban imágenes graciosas de cómo podría transcurrir aquella mañana, elegí la más ridícula y me reí en alto de mi misma (me vi tropezar y caer encima de todos los cupcakes convirtiéndome en un ser multicolor - eso si, muy dulce -).

- ¡ Asia ! Pero dónde...¿vas? ¿Ya te estás escapando?

Ahí estaba él. Mister universo cupkeriano.

- No... es que ¡acabo de pensar que prefiero vender gorros!
- Sombreros - me corrigió de nuevo esbozando aquella maravillosa sonrisa.
- Sombreros Mister, sombreros.
- Soy Pol, encantado. ¿Pasas y te cuento un poco?

"Cuéntame lo que quieras Pol" pensé. Cuéntame cómo pasó, cuéntame un cuento o cuéntame tu vida que yo te escucharé cualquier cosa que digas. Ay Diós. Asia, desvarías.
Mientras Pol me contaba cosas básicas, yo me desconcentraba por momentos deambulando en mis propios pensamientos ¿Habría llevado aparatos en los dientes? ¿Serían muy guapos sus padres de jóvenes para crear un ser así? ¿Tendría un hermano parecido a él por si él jamás se fijaba en mí? ¿Podría sobrevivir a aquél OLOR A CUPCAKE sin volverme loca y empezar a comer como una ansias en mis días de regla o depresión? ¿Y en los de depresión por regla?

En los de depresión por regla necesitaría ración doble.

Ester sin H me había dicho que quedaba rotundamente prohibido trabajar en una tienda de ropa porque te acabas gastando el 80% de tu sueldo en la propia ropa de la tienda porque te hacen un descuento considerable. Yo había echado el currículum en Primark, por si acaso, que como es tan barato, si encima me hacen descuento, podría comprar pijamas de panda con capucha por un euro y estar calentita en los días de sofá y manta (sin manta, porque con el pijama de panda sería suficiente).

Ester no dijo nada sobre si quería gastarme el sueldo de la cafetería cupcakeriana en cupcakes. Y yo quería gastarlo. Estaba sintiendo impulsos locos de comerme todos los cupcakes de la tienda ¡Ahá! ¡Seguro que me tenía que venir la regla!

- ¿Alguna duda? - concluyó Pol.
- ¿El cupcake de oreo, sabe realmente a galleta oreo auténtica?

Pol se rió. Deduzco que pensaría que se trataba de un chiste. No era el caso. De repente olvidé las tonterías y traté de sacar mi parte madura y responsable (prometo: la tengo) y aguanté la mañana como una campeona. Despacio, pausas, calma. Pero muy atenta con los clientes y siempre manteniendo la sonrisa en la boca.

Al terminar el día nos sentamos. Agotados. Bueno, él no se, agotada "yo".
- No habías trabajado antes en hostelería ¿Verdad?

Cuando alguien utiliza un "¿verdad?" antes que un "¿no?" no deja lugar a una respuesta contraria.
Confesé, cual corderito asustado temiendo por su futuro. Pero me dijo que esperaba que mañana volviera con la misma energía y la misma sonrisa. (¡Le gusta mi sonrisa! ¿Podrían nuestras sonrisas formar una sonrisa perfecta? ¡Hijos con sonrisas perfectas! - Basta de delirar. Stop.)

Antes de que saliera por la puerta, me llamó una vez más y me regaló un cupcake de oreo, todo un detallazo.

- Para que lo compruebes tu misma - añadió con su sonrisa de despedida. (Sí, Pol tenía colección de sonrisas: sonrisa de buenos días, sonrisa de que bien lo estás haciendo, sonrisa de ten cuidado no se te caiga la bandeja o te mato, sonrisa de te equivocas de mesa, y así hasta la eternidad...)

Y Asia, tonta de Asia volví a casa comiéndome el cupcake como pude, manchándome manos, cara y camiseta (para variar) y sin quitarme a este hombre de la cabeza.

Pero....¡no! No podía tirarme a mi jefe.
Había llegado la primavera.
Y esto no tenía ninguna pinta de desembocar en sexo.
Como siempre todos los caminos que seguía desde que había llegado a ese nuevo bloque de Barcelona me llevaban al mismo lugar. Soledad en casa. Será por lo de que todos los caminos llevan a Roma. Pero yo no quería ir a Roma, yo solo quería echar un polvo.

Esa noche cené en el sofá lo que quedaba en mi nevera, un yogur caducado de hacía un mes. Me dije a mi misma que no pasaba nada. Puse una de mis películas preferidas "Mi vida sin mi" y decidí que había llegado el momento de hacer la lista de tipos de hombres con los que quería acostarme  mientras no podía tirarme a mi jefe.
Eso es.

Escribí 9:
- Un futbolista
- Un universitario
- Un mago (sí, un mago).
- Un empresario
- Un hipster
- Un skater
- Un tío con el pelo muy muy rizado, como si pareciera una peluca
- Un actor
- Un vecino
-

Y después de esta absurda lista a la que "quizá/s" jamás le haría el mínimo caso, escribí en mayúsculas: MISTER (Universo) CUPKERIANO.

Esbocé una sonrisa, suspiré y me quedé dormida en el sofá, mientras "mi vida sin mi" seguía transcurriendo allí, sin mi... valga la redundancia.

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